Stella Sweeney lleva una vida muy normal en Dublín con su marido y sus dos hijos. Un día, en medio de un atasco en la carretera, intenta hacer una buena obra para mejorar su karma... Pero lo que consigue es provocar un accidente que dejará su coche hecho añicos y que, de paso, le cambiará la vida. A partir de entonces, los acontecimientos más inesperados y extraordinarios se suceden y llevarán a Stella muy, muy lejos de su antigua existencia hasta convertir a esa mujer tan corriente en una superestrella. Y todo de la mano de un médico muy atractivo ¿Ha sido el azar, el destino o el karma? Por primera vez en la vida de Stella, la verdadera felicidad está a su alcance. Pero ¿está preparada para atraparla?
Mi mente no cesaba de enviarle órdenes al cuerpo —¡Muévete, por el amor de Dios, muévete!—, pero este permanecía quieto como una tabla. Su actitud era desafiante e irrespetuosa y... sí... insolente. Yo bramaba, echaba espuma por la boca y sacudía los brazos, pero sin mover un músculo.
—¿Adónde vas? —me pregunta. —A casa de los abuelos. ¿Adónde vas tú? —Como si no fuera obvia la manera desafiante en que él y su esterilla de yoga me están mirando, como una pareja a punto de fugarse. «Nos queremos —parecen decir—. ¿Algún problema?»—. ¿Otra vez a yoga? —Sí. —Bien. Genial... esto... Me inquieto. ¿No debería estar por ahí emborranchándose y metiéndose en peleas como un chico normal de dieciocho años? Le he fallado como madre.
Desde el principio, quedé enredada en la narración de Marian Keyes. Desde el principio, me enamoré de sus personajes, por lo reales que parecían y por lo bien perfilados que estaban. Desde el principio, no pasaban más de cinco páginas de lectura sin que me riera. ¡Se estaba cumpliendo todo lo que me habían prometido! Era genial, leí prácticamente la primera mitad de un tirón en un par de noches (cosa que no sucedía hace bastante). Pero leen bien: solo la primera mitad. Es tan triste cuando sucede esto con los libros. Primero te gustan muchísimo, te mantienen en vilo, pero luego es como si, una vez que ya te tienen comprometido y todo, la trama se relajara. Ya estás aquí, te engañé, no puedes irte, sorry. Algo así. No digo que Marian Keyes nos haya querido estafar, por supuesto, pero así se siente.
Lo que sucedió fue que la tensión del conflicto de la primera parte ya había pasado y la historia se fue transformando para dar cabida a otro drama. Uno menos... trascendental. Pero que se apoderó de la novela. No voy entrar en detalles para no spoilear, pero también hubieron otros dramas. Dramas lectores. Además de eso, se descubre por fin el gran suceso que hizo que la vida de la protagonista se volviera lo que es. Me decepcionó, pensé que sería algo más... ¿chocante? Tras eso, fue más como leer la historia de una adolescente que la de una adulta. Y, lo que más me indignó, es que ¡prácticamente se deja un asunto muy importante sin resolver! Ese era otro tema que me hacía querer terminar con la lectura pronto, y llegar a la última línea y que no digan ni pío sobre el asunto fue molesto.
Aun así, los otros personajes siguieron dándole mucho sabor a la lectura y aunque el ritmo de risas disminuyó, no desapareció del todo. Y claro, todavía mantenía el ritmo ligero.